El diagnóstico de la esclerosis múltiple

La EM temprana puede presentar una historia de síntomas vagos que tal vez se hayan mitigado espontáneamente y atribuido a diversos posibles desordenes antes que a la EM.

 

Por consiguiente, puede pasar cierto tiempo y tal vez haya un proceso diagnóstico prolongado antes de que se sugiera la presencia de EM. Por otra parte, un posible diagnóstico de EM quizás sea más definido cuando hay síntomas clásicos (por ejemplo, neuritis óptica) y una cronología clara de brotes.

 

El neurólogo requiere pruebas de que las deficiencias neurológicas halladas indiquen al menos dos zonas diferentes del sistema nervioso central afectadas en dos episodios distintos (brotes) con al menos un mes entre ellos.

 

Al diagnóstico de la esclerosis múltiple se le conoce como diagnóstico diferencial, lo cual quiere decir que no hay pruebas específicas para este y no hay una sola prueba que sea totalmente concluyente. En consecuencia, para pronunciar un diagnóstico de EM se necesitan varios procedimientos y pruebas que descarten otras posibles causas para la misma sintomatología hasta que, por descarte, se llega al diagnóstico. Los examenes principales que se realizan en busca de indicios en uno u otro sentido comprenden las siguientes exploraciones:

 

Historia clínica

 

El médico pide una historia clínica, que incluye el registro anterior de signos y síntomas así como el estado actual de salud de la persona. El tipo de síntomas, su comienzo y su modalidad pueden sugerir EM pero se necesita un reconocimiento físico completo y pruebas médicas para confirmar el diagnóstico.

 

Reconocimiento neurológico

 

El neurólogo busca anomalías en la conducción nerviosa. Algunos de los signos neurológicos más comunes comprenden movimientos oculares anómalos, coordinación de las extremidades, debilidad, equilibrio, sensación, habla y reflejos. Sin embargo, con este reconocimiento no se puede llegar a la conclusión de qué es lo que provoca la anomalía y, por tal motivo, deben eliminarse otras causas posibles de enfermedad que producen síntomas similares a los de la EM.

 

Pruebas de potenciales evocados auditivos y visuales

 

Cuando hay desmielinización, es posible que la transmisión de mensajes por los nervios se ralentice. Los potenciales evocados miden el tiempo que le lleva al cerebro recibir e interpretar mensajes (velocidad de conducción de los nervios). Esto se hace colocando en la cabeza electrodos pequeños que monitorizan las ondas cerebrales en respuesta a estímulos visuales y auditivos. Normalmente, la reacción del cerebro es casi instantánea pero, si hay desmielinización en el sistema nervioso central, puede haber una demora. Esta prueba no es invasora ni dolorosa y no requiere hospitalización.

 

Formación de imágenes por resonancia magnética nuclear

 

La resonancia magnética (RM) es una prueba diagnóstica más reciente. Obtiene imágenes muy detalladas del cerebro y la médula espinal, señalando cualquier zona existente de esclerosis (lesiones o placas). Si bien es la única prueba en la que se pueden ver las lesiones de la esclerosis múltiple, no puede considerarse como concluyente, en particular porque no todas las lesiones pueden ser captadas por el escáner y porque muchas otras enfermedades pueden producir anomalías idénticas.

 

La RM indica claramente el tamaño, número y distribución de lesiones y, juntamente con las pruebas corroborativas de la historia clínica y el reconocimiento neurológico, es un indicador muy significativo para confirmar el diagnóstico de EM.

 

La RM es también muy útil en ensayos clínicos para determinar la efectividad de nuevos tratamientos, por su capacidad de medir la actividad de enfermedades en el cerebro y la médula espinal.

 

Punción lumbar

 

Se extrae el líquido de la médula introduciendo una aguja en la espalda y retirando una pequeña cantidad de líquido. Se administra un anestésico local para adormecer la piel y, si bien es una prueba molesta, no suele ser dolorosa.

 

Se requiere que la persona permanezca luego acostada durante varias horas, y tal vez que pase la noche en el hospital. Posteriormente, algunas personas pueden necesitar un breve período de recuperación. Esta prueba puede indicar la presencia de EM pero no es concluyente por sí misma.

 

Reflexiones sobre el diagnóstico de EM

 

La EM no siempre es fácilmente detectable. Sus síntomas iniciales pueden ser pasajeros, vagos y confusos tanto para la persona afectada como para su médico. Los síntomas invisibles o subjetivos son frecuentemente difíciles de comunicar a los médicos y profesionales sanitarios, y a veces se pueden considerar como manifestaciones psicosomáticas.

 

Tras un episodio por el cual se ha solicitado una visita, es posible que el médico no le diga a la persona que se sospecha la presencia de EM. Esta demora puede ser muy razonable porque el neurólogo tal vez desee observar al menos dos episodios claros con síntomas, con un intervalo de al menos un mes entre ellos y que persistan durante al menos 24 horas.

 

Es esencial tener una buena relación con el neurólogo y el médico de familia. La EM puede tener momentos de crisis y episodios agudos que requieren atención médica especializada, pero es una enfermedad con la que hay que convivir y que hay que manejar a diario. El período de diagnóstico provoca estrés no sólo a la persona con EM sino también a los familiares y encargados de atenderle, a los que, por esto, se debe informar plenamente del diagnóstico, pronóstico, tratamiento, consideraciones de manejo y ajustes de estilo de vida asociados con la EM. El médico de familia y la asociación de EM local habitualmente pueden representar una gran ayuda en diversos aspectos como el cuidado y la información de las personas afectadas y su entorno.

 

El diagnóstico de EM provoca un golpe emocional y suele ocurrir que los estereotipos de sillas de ruedas e incapacidad tienden a dominar los pensamientos de las personas diagnosticadas. Sin embargo, es muy importante darse cuenta de que, a pesar de las adaptaciones o limitaciones que puedan derivarse de la actividad de la EM, se puede vivir con total plenitud y continuar desarrollándose. Por ello, es frecuentemente innecesario renunciar al trabajo, la educación y las actividades sociales. Mucha gente con EM puede tener y tiene una vida productiva y considerablemente normal, que le hace sentirse una persona realizada.